El duelo en la infancia es un tema muy importante y extenso. Hoy os doy algunas pautas sobre 2 temas esenciales en el duelo infantil:

 

 1. CÓMO COMUNICAR A UN NIÑO EL FALLECIMIENTO DE UN SER QUERIDO

Cuando tenemos que enfrentarnos a la pérdida de un ser querido y debemos de comunicárselo a un niño, es esencial tener en cuenta  en qué etapa evolutiva se encuentra. Se lo explicaremos de una u otra manera, según su edad.

Durante la primera infancia,  hasta más o menos los 6 años, los niños conciben la muerte como reversible, temporal y parcial. Es decir, pueden creer que su ser querido se ha ido sólo por un tiempo, que sigue respirando y viviendo en otro lugar y no entender por qué pudiendo volver no lo hace.

Explicaciones como “se ha quedado dormidito y ahora está en el  cielo y desde allí nos verá y nos cuidará”, “se ha marchado muy lejos, pero siempre estará entre nosotros” o “ahora vive en una estrella y desde allí puede verte” son ejemplos de frases que pueden llevar a los niños menores de 6 años a tener sentimientos de abandono, esperanzas irreales de vuelta y confusión por la marcha injustificada de su ser querido. Por este motivo, es muy  importante explicarles claramente todas las veces que sea necesario, que la persona querida no va a regresar nunca, explicarles que su cuerpo ya no respira, ni anda, ni siente, ni ve y que a partir de ahora debemos aprender a vivir sin ella porque no hay posibilidad de que vuelva a estar viva. Buscar palabras delicadas, pero no ambiguas, que puedan llevar a confusión.

 

A partir de los 6 años, los niños ya saben diferenciar la realidad de la fantasía, por lo que ya no es tan común que crean que su ser querido va a regresar. Sin embargo, en esta etapa lo que puede ser común es el sentimiento de culpa. Es importante  dejar claro que la muerte del ser querido no es culpa de nadie y menos aún del niño. Insistir en que no tiene nada que ver con sus pensamientos o actos. Puede pasar que el niño se culpe por ejemplo, por aquella vez en que, en un enfado con su ser querido pensó que ojalá se muriese o que se hizo realidad eso que su ser querido tanto le decía de: “vas amatarme a disgustos”.

Además  no debemos negarle su derecho a estar triste y a expresar sus sentimientos negativos. Evitar expresiones como “ahora tenemos que ser muy fuertes porque sólo estamos tú y yo” o “no debemos de estar tristes porque a ella no le gustaría vernos llorar”. Solo hacen que el niño sienta malestar y culpa cada vez que se siente triste.

 

En el momento de comunicarle a un niño el fallecimiento de su ser querido, tenga el niño la edad que tenga, será importante estar a su lado física y emocionalmente, pero también respetar su espacio y su soledad, si así lo solicita. Será también importante aclararle que no va a quedarse sólo, que tiene muchas personas a su lado que le van a cuidar y que aunque van a cambiar muchas cosas, muchas otras van a quedarse como siempre.

Además es recomendable animar al niño a asistir y participar en el velatorio, funeral, entierro…Tomar parte en estos actos puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo. Si es posible, es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el porqué de estos ritos. Por supuesto, si el niño no quiere participar de todo esto, no obligarle, respetar su decisión sin hacerle reproches ni juicios.

 

2. CÓMO ACOMPAÑAR A UN NIÑO EN EL DUELO

Cuando un niño tiene que enfrentarse a la pérdida de un ser querido, es muy importante que las personas adultas que están a su alrededor comprendan y acepten que el duelo de un niño se desarrolla de manera diferente al de un adulto.

Se entiende por duelo, el proceso por el que pasa una persona tras la pérdida de un ser querido y que cumple algunos objetivos como la aceptación de la pérdida y la adaptación a la nueva situación.

La muerte o separación de un ser querido ( y más aún si es uno de sus progenitores) es el máximo estresor al que un niño puede  enfrentarse . La forma en que lo haga, dependerá de la etapa evolutiva en la que se encuentre y de la manera en que su entorno trate y afronte esa pérdida.

Algunos mitos hablan de que el dolor en la infancia es menor o que los más pequeños no se acuerdan y apenas sufren las ausencias. Al contrario, en la infancia, al dolor de la pérdida  se pueden  unir sentimientos de culpa o de abandono injustificado.

Hay que ser completamente honestos con el niño. Acompañar a un niño en duelo significa ante todo no apartarle de la realidad que se está viviendo, con el pretexto de ahorrarle sufrimiento. Incluso los niños más pequeños, son sensibles a la reacción y el llanto de los adultos, a los cambios en la rutina de la casa y a la ausencia de contacto físico con la persona fallecida.

Es decir, se dan cuenta que algo pasa y les afecta. Solamente en el caso de muertes repentinas e inesperadas, sería aconsejable (aunque no siempre posible) apartar al niño durante las primeras horas. El niño puede y debe percibir que los adultos están tristes, o que lloran, que lo sienten tanto como él, aunque, por supuesto, evitaremos que presencie escenas desgarradoras de dolor y pérdida de control de los adultos.

 

Como ya comentábamos, el duelo de un niño, no se desarrolla de la misma manera que en los adultos.  El entendimiento del concepto de muerte es diferente, además, la capacidad de identificación y expresión de las emociones propias y ajenas están menos desarrolladas y la dependencia emocional y física de un niño es mayor que la de un adulto.

Así, cuando un niño pierde a una de sus figuras de referencia, las posibles reacciones son variadas y es importante conocerlas para no malinterpretarlas.

Algunas reacciones comunes en los niños pueden ser:

  • Actuar con indiferencia y sin muestras de dolor.
  • Realizar comentarios y preguntas inadecuadas que parecen no mostrar dolor ante la pérdida.
  • Sufrir agitación emocional: tener bruscos cambios de humor, mostrarse más sensible y llorar a menudo, tener fuertes enfados y estallidos de ira, culpabilizarse a sí mismo de la muerte culpar a otros.
  • Tener conductas de regresión a fases ya superadas: que mojen la cama por la noche, que se chupen el dedo,  que no quieran dormir solos.
  • Negar la muerte y actuar como si no hubiese ocurrido (por ejemplo,hablando de esa persona en presente).
  • Idealizar al ser querido fallecido.
  • Mostrar temor  a que sus otros seres queridos  puedan separase de ellos también

 

Todas estas conductas son su modo de afrontar un dolor que no entienden y que no saben manejar.

Para ayudar al niño a gestionar esa tormenta de emociones que le invaden, será necesario que le demos permiso para expresar sinceramente lo que siente, ya sea rabia, miedo, dolor, alegría. Y hay dos maneras de hacerlo:

Es importante que los adultos que rodean al niño expresen también sus emociones. No es malo que el niño vea el dolor y la tristeza que sienten las personas que le acompañan (excepto manifestaciones extremas  de rabia y dolor) ya que cuando le mostramos lo que sentimos, el niño les percibe más cercanos, y es más fácil que exprese él también lo que está pasando en su interior.

Otra forma de darle permiso para expresar sus emociones es decirle directamente que puede hablar y contar lo que está sintiendo y pensando. Respetar si no quiere hablar, pero recalcarle que se sentirá un poquito mejor si habla y saca fuera lo que necesite.

De esta manera, no evitaremos  el  dolor al niño (no es ese el cometido) pero sí le ayudaremos en ese proceso llamado duelo, a que entienda y acepte lo que siente. A que lo exprese, a que sienta que no está sólo y que tiene a su alrededor  personas que le apoyan quieren y entienden. Esta manera de gestionarlo  ayudará al niño a vivir la pérdida y el proceso de adaptación a la nueva situación, de una manera mucho más sana y positiva.

 

C.Roen, propone no olvidar, que: “ el antiguo dicho El tiempo lo cura todo no se aplica en el caso de los niños que sufren la pérdida por muerte de un ser querido. El paso del tiempo ayuda a calmar la intensidad del dolor y desdibujar los recuerdos, pero en sí mismo, no es curativo”.

Dicho autor, da unos consejos que interesa tener en cuenta mientras se ayuda a los menores a recuperarse; entre dichos consejos están intentar ser paciente pero firme, fomentarles una autoestima positiva, dejarles elegir, enseñarles a resolver los problemas, mantener la familia unida, y sobre todo, darles permiso para ser felices.

 

Itziar Sainz-Pardo

Ilustración de Maja Lindberg