Efectivamente, me gusta explicar a los padres que los grandes enfados o rabietas son como una  tormenta  en la que el niño siente una mezcla de emociones  intensas y desagradables, que le inundan, le bloquean y le desbordan.  Cuando pasa algo que no entiende, que no le gusta o que no espera, a veces siente emociones que no sabe cómo manejar.

¿Y cuál es nuestro papel como adultos ante estas situaciones? ¿dejar solo al niño y penalizarle por no ser capaz de gestionar sus emociones? ¿ayudarle a identificarlas y darle las herramientas para que aprenda a hacerlo?. Obviamente, la segunda opción es la más adecuada si queremos que el niño se desarrolle emocionalmente sano. Nuestro deber es ayudarle desde una perspectiva de respeto y seguridad. Así, que poco a poco aprenderá qué es lo que está sintiendo y qué puede hacer ante ello.

 

Veamos los 4  pasos esenciales a la hora de gestionar, de manera respetuosa una rabieta:

  1. Identificar  y validar su emoción: es muy importante que cuando el niño comience a enfadarse o a tener una rabieta, le digamos claramente lo que está sintiendo, así le ayudamos a que aprenda a identificar las emociones, además le haremos ver que tiene derecho o es normal que sienta lo que está sintiendo, así se sentirá comprendido.Ejemplo: “ Cariño estás enfadado porque quieres comer  helado, lo entiendo, es normal porque tienes muchas ganas de comerlo y te estoy diciendo que no porque ya has comido mucho dulce hoy”.

 

  1. Limitar: con un tono suave y tranquilo pero firme y tras haber identificado y validado su emoción, le explicamos que la conducta que está teniendo no es admisible y no la vamos a permitir aunque entendamos que está enfadado. Ejemplo: “ Cariño estás enfadado porque quieres comer  helado, lo entiendo, es normal porque tienes muchas ganas de comerlo y te estoy diciendo que no porque ya has comido mucho dulce hoy, pero lo que no voy a permitir es que grites de esta manera ni que insultes, eso no se hace por muy enfadado que estés.”

 

  1. Dar herramientas para gestionar de manera alternativa: Este paso es aconsejable hablarlo con el niño en un momento que no esté enfadado, darle varias estrategias para calmarse y cuando llegue el momento de la tormenta, se las recordamos y  el niño sólo tiene que decidir cuál elige en ese momento (esto dependerá de la edad, porque los más peques suelen usar siempre la misma estrategia).  En el momento de la tormenta, tras haberle explicado que su conducta no es admisible, le vamos a dar alternativas para descargar lo que siente. Ejemplo: “Cariño estás enfadado porque quieres comer  helado, lo entiendo, es normal porque tienes muchas ganas de comerlo y te estoy diciendo que no porque ya has comido mucho dulce hoy,pero lo que no voy a permitir es que grites de esta manera ni que insultes, eso no se hace por muy enfadado que estés. ¿Quieres que te abrace para que nos tranquilicemos juntos? ¿prefieres quedarte un momentito sólo hasta que te calmes? ¿quieres que busquemos un cojín y le apretamos fuerte fuerte? ¿te metes en el caparazón como la tortuga (técnica de la tortuga)?.

 

Hay personas que dicen que abrazar a un niño cuando está teniendo una conducta inapropiada es reforzar esa conducta. No estoy de acuerdo y os explico porqué: si le abrazamos como alternativa para calmarse, habiéndole explicado que gritar, golpear o insultar no son conductas admisibles, y que si necesita calmarse con un abrazo, por supuesto se lo damos, el niño sabe que el abrazo es una herramienta de calma, no un premio por su actitud. Obviamente si el niño sólo recibiera abrazos en este tipo de situaciones, sí que podría existir la posibilidad de que  llevase a cabo conductas inapropiadas para recibir el abrazo. Pero en principio, en la mayoría de los casos,lo normal es que un niño reciba abrazos a menudo.

El poder calmante de un abrazo es indiscutible, ya que tras unos segundos en contacto cuerpo con cuerpo, aparece la maravillosa hormona de la tranquilidad y la seguridad, la oxitocina y ella hará mucho más fácil la recuperación de la calma y el bienestar. Esto se debe a que la oxitocina es incompatible con la hormona del estrés, por lo que una vez aparece, el cuerpo va equilibrando su estado de ánimo y volviendo a la tranquilidad.  Por lo tanto, un abrazo en un momento de tormenta, si se utiliza adecuadamente ( junto a los demás pasos de los que hoy hablamos) puede ser la mejor manera de calmar y volver a la normalidad.

 

  1. Reforzar y animar a hacerlo así en futuras ocasiones: Cuando el niño esté comenzando a calmarse le vamos a felicitar por ello siempre, aunque haya tardado mucho rato (si utilizáis estos pasos, veréis como poco a poco el niño se enfadará menos a menudo, con menor intensidad y durante menos rato).  Por supuesto la felicitación va a ser con un tono tranquilo y muy positivo, de confianza y alegría. Ejemplo: “Muy bien, ya estás más tranquilo ¿verdad? Te has enfadado mucho y has sido capaz de dejar de gritar y sacar el enfado de otra manera. Seguro que la próxima vez que te enfades lo vas a hacer así de bien o mejor todavía ¿a que sí, cariño?”.

 

Utilizar esta manera de gestión de las rabietas y enfados, hará que los niños aprendan que enfadarse no es malo y que simplemente hay que buscar la manera adecuada de sacar fuera eso que están  sintiendo. Además se verán arropados y entendidos, lo que hará que este aprendizaje sea  más efectivo, rápido y duradero.

 

Itziar Sainz-Pardo