A menudo, en la crianza de los hijos, los padres y madres os encontráis con situaciones que no sabéis resolver. Así, hacéis una y otra vez lo mismo, aunque no surta efecto . Esto suele producir frustración y enfado. Lo cual incrementa la posibilidad de que determinadas situaciones se conviertan en focos de conflicto familiar. Los niños rechazan cada vez con más ímpetu esas situaciones y vosotros  os enfrentáis a ellas cada vez con menos ganas y paciencia.

Para dar un giro a esto y ayudaros a buscar alternativas, os ofrezco 7 sencillas pautas:

 

1. Pensar cuál es vuestro objetivo final.

Cuando queréis que vuestro hijo/a  haga algo de una manera concreta, pensad porqué, qué objetivo tenéis. Y si ese objetivo lo podéis conseguir de una manera que no conlleve malestar para vuestros hijos, cambiad. Por ejemplo, imaginad que en vuestra casa hay peleas diarias porque no quiere desayunar nunca la leche. Pues bien, analizad: ¿cuál es vuestro objetivo? «Que tome calcio para crecer sano», ¿puedo ofrecerle otros lácteos que no le resulten tan desagradables? «Sí, el queso fresco le encanta, los yogures les come bien también». Pues adelante, dale el calcio que necesita a través de otros alimentos más apetecibles para él/ella.

 

2.Seleccionar las batallas.

No podéis marcar absolutamente todo en la vida de un niño/a. Si lo hacéis vuestra casa se convierte en un campo de batalla en el que el niño/a escucha más llamadas de atención, mandatos y riñas que palabras amables, refuerzos y elogios. Esto no puede ser, ya que es contraproducente para su autoestima y para vuestra relación. Por lo tanto, seleccionad las cosas que sí o sí queréis que se haga de una manera determinada y llevadlas a cabo siempre de la misma manera. Para las cosas que no tengan tanta relevancia para vosotros o que puedan esperar un tiempo para ser introducidas como normas de casa, sed más flexibles y dejad a vuestros hijos/as libertad de actuación.

 

3.Ser creativos.

A los niños lo que más les gusta en el mundo es jugar y si es con sus padres, más aún. Buscad maneras lúdicas de hacer aquello que más le cuesta, convertid en juegos aquellas actividades que les resultan arduas. Por ejemplo, buscad canciones o coreografías para la hora de irse a la cama, para recoger los juguetes, para lavarse los dientes…Las obligaciones, con una sonrisa y una canción, son menos obligaciones 🙂

 

4.Utilizar elogios.

De manera constante y clara, decid a vuestros hijos lo que sí os gusta que hagan, concretad qué conductas son adecuadas y reconoced y agradeced cuando las lleven acabo o al menos lo intenten. Elogiad el esfuerzo y no sólo la consecución del objetivo.

 

5. Ser concretos.

Con los niños no podemos decir “te has portado mal o te has portado bien” y punto. Tenemos que ser más explícitos y enumerar las tareas o conductas positivas y las no tan positivas. Así podrán  intentar cambiar lo inadecuado y repetir lo adecuado.

 

6.No mezclar varias gestiones.

Si estáis haciendo una tarea concreta (comer, dibujar, la tarea, vestirse…) y empieza a enfadarse o a negarse y empieza una rabieta, lo más efectivo será dejar la actividad que se está haciendo, gestionar el enfado y una vez minimizada la emoción, volver a la actividad que estabais haciendo. Por ejemplo: no quiere cenar y empieza a llorar. Deja de intentar que cene y céntrate en ayudarle a calmar ese malestar que está sintiendo. Cuando se calme, será más sencillo que lleguéis a un acuerdo en relación a la cena.

 

7.Gestionar las propias emociones.

Los niños son emoción y como tal, perciben nuestro enfado, nuestro nerviosismo etc. En las situaciones complicadas es importante mantener la calma. Pensad siempre que vosotros sois  los adultos. Vuestra misión más importante para con vuestros hijos es ayudarles a saber gestionar lo que sienten, a saber expresarlo y comunicarlo. Las conductas adecuadas llegarán cuando los niños se sientan bien consigo mismos. Esto será más sencillo que ocurra si los adultos les ayudamos en ese aprendizaje emocional.  El primer paso esencial  para ello, es que vosotros seáis capaces de gestionar, expresar y comunicar de manera adecuada vuestras emociones.

 

Cada niño es un mundo y cada familia también, pero estas pautas generales pueden adaptarse a cada uno para ayudar a resolver esos conflictos del día a día que a veces se complican demasiado. Ante situaciones que os desborden u os hagan sentiros negativos, siempre recordad que los niños son niños, que están en continuo aprendizaje y que vuestro papel más importante como padres es ayudarles, quererles y guiarles en su crecimiento y desarrollo.

 

Itziar Sainz-Pardo